Encarcelado por buscar refugio
En marzo de 2018, la policía cubana se llevó a Adrián Toledo Flores a una celda de prisión, lo golpeó violentamente, y lo tiraron contra un fregadero.
Mientras comenzaba a sangrar, uno de los oficiales dijo, “No mereces estar en este país”.
¿Su crimen? Como técnico farmacéutico, fue ordenado a no darle a un hombre una receta que necesitaba desesperadamente. Pero lo hizo de todas maneras, y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) - que monitorean a Cuba como el Gran Hermano, con sus ojos siempre abiertos para “contrarrevolucionarios” - lo citaron.
Flores fue atacado en tres distintas ocasiones. Durante un incidente, oficiales le preguntaron si él estaba en contra del gobierno. Flores explicó que estaba preocupado por la falta de libertad en el país, y le preocupaba la manera en que la dictadura en Cuba estaba afectando a hombres jóvenes.
Sus palabras solo aumentaron la indignación de los oficiales.
“Vas a saber las consecuencias de traicionar a tu patria”, le advirtió uno.
Flores, de 22 años, decidió huir a EEUU con su novia, quien tenía en ese entonces ocho meses de embarazo con su bebé.
Juntos, volaron a Matamoros, México, antes de cruzar la frontera a Texas el 9 de octubre de 2018. Oficiales de inmigración separaron a Flores de su novia, y luego lo transportaron primero a un centro de correcciones en Mississippi, antes de trasladarlo a una instalación de mediana seguridad del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en la parroquia de Bossier.
Le entró pánico, y se preguntó por su bebé. Su mente estaba llena de preocupaciones.
Un mes después de ser encarcelado, su novia dio a luz. Flores nunca ha visto a su hija recién nacida en persona, ya que las solicitudes de visita de su novia han sido rechazadas. De hecho, la instalación no permite ninguna visita en persona para sus prisioneros. Sin embargo, tuvo la oportunidad de “verla” en una videollamada.
“Me sentí increíblemente feliz”, dijo, sobre el momento en que vio el rostro de su hija por primera vez. “Pero también fue increíblemente triste. Me lo estoy perdiendo todo. Me estoy volviendo loco por no poder abrazar a mi hija. Me está destruyendo psicológicamente”.
En febrero de 2019, tras recibir tres rechazos de solicitudes de libertad condicional, Flores fue ordenado a ser removido de los EEUU. Actualmente está apelando su caso.
Mientras tanto, él está solo en la prisión de inmigrantes, separado de su familia. No puede dormir. Los oficiales apagan la calefacción a las 7AM, dejando su dormitorio “tan frío como cubos de hielo”. Si fuera poco, a los hombres se les da de comer escasas cantidades de comida, y con frecuencia ellos se quejan del hambre.
“Esta situación ha sido muy, muy traumática”, dijo.
Para ayudarlo a hacer frente, Flores ha pedido ver a un psicólogo. No obstante, no sabe cuándo le van a dar una cita. A menudo toma meses para que sus compañeros detenidos reciban cualquier atención médica.
“La gente aquí siempre está enferma, siempre con dolor”, dijo. “Si algo les pasa, podrían morir”.
Mientras espera para ver a un psicólogo, Flores dice que “llora como una niña pequeña”, porque no ha podido conocer a su hija.
“Solo quiero estar con mi familia”, dijo. “Desearía que el gobierno me diera la oportunidad de estar con mi familia, pero no sé cómo hacer que eso suceda. Estoy buscando un refugio en los Estados Unidos. Solo necesito un refugio - un lugar seguro para estar con mi familia”.
Como tantos otros cubanos detenidos, Flores no entiende por qué a él se le niega contínuamente una posibilidad de liberación.
“No sé por qué nos están haciendo esto a todos nosotros”, dijo. “En Cuba, hay muchos problemas, pero los jueces aquí no están bien informados”.
Mientras espera su apelación, Flores se aferra a un último deseo: “Espero que la vida me dé la oportunidad de vivir”.