Encarcelado después de tormento y desengaño
Dos oficiales cubanos irrumpieron en la casa de Brayan Lazaro Rodriguez Rodriguez, lo esposaron, y lo empujaron al piso. Lo golpearon en la cara con sus bastones, y quebraron uno de sus dientes. Lo ficharon de “criminal”, y lo encerraron en una prisión cercana.
Los únicos “crímenes” de Rodríguez fueron que él se había negado a votar, se negó a participar en el servicio militar obligado, y no se unió a la asamblea política del país. El gobierno cubano lo fichó como “desafiante”.
Tres días después de que fuera encarcelado, murió su mamá, y fue devastado por la pérdida. Él era su único hijo, y tenían una relación entrañable.
Después de su liberación de la prisión cubana, Rodríguez, de veintitrés años, huyó hacia los EEUU. Voló a Texas y se presentó al puerto de entrada en Laredo. Trajo citaciones del gobierno cubano, una nota médica describiendo las lesiones que había sufrido tras su asalto, y documentos para apoyar el hecho de que su vida corría peligro en Cuba.
Fue encarcelado de todas formas en el Centro de Procesamiento del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Pine Prairie y ha estado bajo cautiverio allí desde entonces.
Las condiciones en la prisión de inmigrantes son deplorables, dijo Rodríguez. La comida es adecuada solo para ratas. Moho se adhiere a las grietas y en las esquinas de las paredes, emitiendo un mal olor. Por las mañanas, cuando él y los demás hombres consiguen una hora afuera para “disfrutar” del aire fresco, se quedan mirando el alambre de púa subiendo las vallas - un recuerdo de que están atrapados en un sistema que no los liberará.
Después del “recreo”, Rodríguez trabaja en la cocina, haciendo lo que le ordenan hacer, por $1 cada día. Utiliza sus escasos ingresos para llamar a los miembros de su familia que se quedaron en Cuba. Rodríguez está deprimido, y con cada día, su depresión empeora. Solo y aislado, intenta encontrar consuelo en los versos de la biblia, pero se está volviendo cada día más desesperado.
“No tengo esperanza”, dijo llorando. “Cuando llegue, comprendí rápidamente que no nos podemos ir. Me siento atrapado, asustado y preocupado. No sé qué hacer”.
Rodríguez ha tenido cuatro audiencias de inmigración; ninguna le ha ido bien. Durante su primera audiencia, la corte no le concedería tiempo para asegurar su propia representación, ni le permitiría reunir pruebas de su persecución en Cuba. Un juez de inmigración ordenó su expulsión de los EEUU el 17 de diciembre de 2018, pero la Iniciativa para la Libertad de los Inmigrantes en el Sudeste (SIFI por sus siglas en inglés) ha asegurado un abogado pro bono para apelar su caso.
Mientras tanto, espera. No entiende por qué los jueces de inmigración le están negando a innumerables detenidos cubanos la oportunidad de ser liberados. Sólo puede especular sobre por qué todavía está detenido, diciendo que ICE se está aprovechando de la vulnerabilidad de los cubanos.
“Saben que venimos de una dictadura”, dijo. “Saben como nos tratan en Cuba, y venir a los EEUU por asilo es nuestra única opción”.
Por la noche, él sueña con la libertad. Pero por la mañana, él es sacudido fuertemente de vuelta a la realidad.
Tras muchas lágrimas, le contó lo que quería hacer si fuera liberado: “Ser una buena persona. Trabajar duro y demostrar que soy una buena persona”.